VIVIANA SACCONE

Madrina de la página de Jeppener
 

 

En 1779 el Capitán de Blandengues (cuerpo de caballería) Pedro Nicolás Escribano, traslada el Fortín “El Zanjón” situado a orillas del Samborombón (sería el primer asentamiento de hombres blancos) a la laguna de Chascomús, fundando esta ciudad. El Capitán Escribano comandó unos años(1777/1779)el Fortín “El Zanjón”, se encontraba en las cercanías de la región de Jeppener y dentro de nuestro partido: Brandsen. Estos fortines intentaban proteger a los primeros estancieros de los malones (ataques inesperados de indios), recordemos que en esta época estas tierras pertenecían a los indígenas. Indios Pampas, cazadores y nómadas, usaban para cazar boleadoras de piedra con surcos o forradas en cuero, atadas con tientos de cuero, arcos y flechas con puntas de pedernal, cuarzo, ópalo, madera, también con Hondas, cazaban guanacos, venados, zorros, ñandúes. Hacían cestería y alfarería.
Hacia 1860, el lugar estaba poblado por grandes estancias adquiridas por la compra de tierras públicas al gobierno.
Entre los primeros compradores de la zona, figuró como dueño Valerio Islas (después de 1810) quien vende en 1821, el 11 de Septiembre a Martín José González. El 3 de Marzo de 1837; Martín J. González le vende a Francisco Mohr, el 30 de Diciembre de 1846, pasan a manos de su Sra. Gracia Bickford de Mohr, el 26 de Junio de 1858, la testamentaria de Gracia Bickford de Mohr adquirió del gobierno, un sobrante de terreno localizado en el partido de Chascomús de 1.125 leguas cuadradas. Don Guillermo Jeppener, el 27 de Marzo de 1860, compra a la sucesión de Gracia Bickford de Mohr, por intermedio de su representante el Dr. Alejo B. González “un terreno situado en el partido de Magdalena, compuesto de media legua de frente por una y media de fondo, lindando por el NE con el río Samborombón, NO con los campos de la viuda de Dionisio Chiclana, SE con los de José Ferrari y SO con los de Santiago Chiclana”.
El 19 Diciembre de 1873, Guillermo Jeppener compra al gobierno otro terreno.
Algo más de dos décadas pasaron para que Guillermo Jeppener vendiera sus campos junto con su estancia “Las Margaritas” a Andrés Jones, esto sucedió el 21 de Diciembre de 1882, Jones compra todos sus campos.

La Vida Social
En el siglo XIX el pueblo de Jeppener era muy frecuentado por los ingleses, para la primavera llegaban a la estación varias familias que poseían campos por las inmediaciones, así era que los padres de familia pasaban los meses de estío fuera de la ciudad, concurriendo ocasionalmente al teatro o a ofrecer alguna reunión social en su casa de la capital. Estos entretenimientos eran los habituales para pasar los ratos de ocio de la gente que veía su vida limitada entre el campo y la ciudad. La gente de campo se distraía con algún baile en los salones del pueblo o en las carreras cuadreras. Respecto de los bailes cabe destacar lo siguiente: las damas debían concurrir con guantes y traje largo de fiesta y los caballeros con traje, cuello duro, corbata y guantes. Una comisión esperaba a las familias para conducirlas a la “toilette” y de allí al salón que se encontraba muy bien arreglado con espesos cortinados de terciopelo rojo y alfombrado, las paredes adornadas con guirnaldas, espejos y flores. El adorno principal era un estandarte muy bien bordado por la familia Wallash, realizado en seda al igual que la bandera Argentina.
Este salón formaba parte del hotel
“El Británico”, con el correr de los años se llamó salón “Corral”, más tarde “Amancay”, ubicado en la actual calle A. Jones al 400, que además tenía un gran comedor con varias mesas (3 grandes) y billar. Durante el baile servían licores y masas finas y al promediar la fiesta era servido un chocolate, la encargada de hacerlo era la Sra. Carmen Vila.
A estos bailes concurrían solamente las familias de buena reputación y solo con invitación. Estas tarjetas de invitación estaban divididas en tres partes, la primera era la invitación propiamente dicha, la segunda anunciaba las danzas que se bailarían, entre ellas el vals, la polka y los lanceros, y la tercera para la comisión directiva que gobernaba la entidad.
En la estación había un servicio de “breaks” para llevar los pasajeros a destino. Recordándose a los cocheros: Emilio Castro y Zenón Aguirre.
El primer plano de Jeppener fue confeccionado por Jaime (James) Dodds Ingeniero Agrimensor, jefe de la empresa constructora del Ferrocarril Sud. Guillermo Jeppener tenía proyectado que esta zona fuera cabeza de partido, con el posible nombre de “Samborombón”, nombre del río que cruza estas tierras. Dodds facilitó una reunión entre el presidente Mitre y G. Jeppener el 11 de Diciembre de 1863, Mitre se mostró predispuesto, pero los sucesos posteriores políticos no permitieron que se concretara el proyecto.

La Primera Escuela
Esta escuela infantil, la Nº3 se ubicó en la finca del Sr. Pablo Calzeta (ex casa de José Cardinal, Nello Sequenza, entre San Martín y Moreno), luego se traslada al Hotel “El Británico” de la calle Jones al 400, de ahí a la casa de Manuela Shillindford, en la calle San Martín y Nello Sequenza, después pasan a la casa de José Gargiulo en Moreno y Delaplace, hasta el actual predio de la calle San Martín (entre Irey y M. Rojo).

Una casa emblemática - “LA CASA ROJO”
Construida en 1916 (como se puede apreciar en su frente) en la esquina de las calles M. Rojo y A. Jones. En un lugar estratégico, Frente a la estación y a la única panadería que existía en esa época, sobre el antiguo Camino Real.
Una arquitectura muy peculiar, múltiples ornatos adornan el cornisamento y ventanas. Con paredes de 30 CMS. y un revestimiento que le dan un semblante sólido, asentada en barro, pisos de pinotea y cielorraso también de pinotea, puertas de cedro, techo de chapas, con un patio donde convergen las habitaciones y el gran salón.
En sus comienzos fue Almacén de ramos generales, a lo largo de los años se iluminó con luz de carburo, con faroles a kerosén, Tenía una heladera que funcionaba con dos bochas a kerosén y la mercadería se guardaba en el sótano; más tarde su luz fue eléctrica gracias a un grupo electrógeno, hasta llegar en 1968 a la luz eléctrica, suministrada por la Cooperativa de Electricidad. En el mismo almacén había actividades bancarias, en la vereda que da a la calle M. Rojo se jugaba a las bochas y en los fondos existió un saladero.
En un breve período de los primeros años del 70 albergó algunas chicas de “vida ligera” que trabajaban en el bar.
Funcionó también en la década del 70, un “boliche bailable” llamado “La Vaca Loca”.
En esa esquina pasó gran parte de la historia de Jeppener, ahí paraba el taxi y en la vereda de la vieja calle Centenario (hoy A. Jones) existía un surtidor de combustible, como se aprecia en la foto.

Los Corsos de las décadas del 30 y el 40
Para iluminar enterraban palos en las calles con faroles a Kerosén (“sol de noche”) Martín Taus se encargaba de darle presión a los faroles de tanto en tanto. Los palcos de madera entre árbol y árbol, las casuarinas que existían sobre la calle Centenario a la altura del jardín de la estación.
Alguno de los integrantes de la comisión eran: Rochile, Tito Uribe, Ángel Rojo.
Tenían un relator, se encargaba de animar y presentar el desfile y a los músicos.
Severo Iraporda dueño junto con su hermano de campos, colaboraba monetariamente para la realización de los corsos, los vecinos se disfrazaban, todos los negocios vendían caretas de cartón, serpentinas de papel, pomos de plomo con agua perfumada, después vinieron los sifoncitos de vidrio para jugar con agua.
En uno de esas temporadas Andrés Sequeira creó un camello y era común encontrar un Toro o caballo hechos en telas y arpilleras, junto a otros disfraces.
La música en vivo con acordeón y guitarra.
Volantas, sulkys y todo tipo de carruajes adornados para la fiesta, con hojas de palmeras.
Se turnaban, un año los corsos se hacían en la ex calle Centenario desde la estación hasta la esquina de la casa vieja de Falcone (calle S. Irey), otro en la calle Delaplace desde la tranquera de la estación hasta esquina de la plaza, al final el baile, había varios lugares donde lo realizaban, podía ser en el salón, en la cancha de pelota del hotel (si el tiempo lo permitía) o en el galpón al lado de “La Colorada”.

 
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